Cae
la tarde en la calle Montevideo. Lidia Papaleo lleva un abrigo largo y
botas. Me toma del brazo. Pasamos a metros de la casa del hombre más
poderoso de la Argentina, Héctor Horacio Magnetto. Protagonista del
despojo de Papel Prensa, socio de Videla y Massera y ahora erigido
referente empresarial del "periodismo independiente". Representante
mediático de los dueños del trigo y mentor ideológico del golpe por
desgaste que pretende jaquear a la democracia nuestra. Pese a las
pruebas en su contra, ningún juez lo llama a testimoniar, por ahora (ver
aparte). Le temen al "señor Magnetto", diría el Duhalde servil.
Los testimonios se dan o se ocultan. Por eso esta nota, a tres años de
la investigación que realizamos en Tiempo Argentino y que, con orgullo,
forma parte del expediente judicial. Algún día, Ernestina Herrera de
Noble y Bartolomé Mitre deberán explicar aquel brindis con Videla en la
planta de San Pedro y el pacto con los genocidas para apropiarse de una
empresa y edificar un monopolio en base a la sangre derramada de los
argentinos.
Ahora Lidia parece frágil bajo la lluvia. Dice que su motor es el amor.
La construcción amorosa que alguna vez formó con David Graiver. Se
aferra a su memoria y marcha como puede. Con cada uno de sus huesos. Con
todo lo que es.
Una joven modelo de cabello castaño y ojos grises posa para una sesión
de fotos en la plazoleta que parece parisina. La lluvia nos rodea con su
serpentina de agua nieve. Brillan los gotones y se expanden en
círculos.
Es el paso del tiempo que vuela como un ave derrapada.
El alma de las cosas.
En los ojos transparentes de Lidia veo a una mujer que ha sufrido mucho.
Demasiado. Pocas personas resistieron las vejaciones y torturas de los
centros de exterminio de Ramón Camps. Estuvo desaparecida y luego presa
seis largos años. Cuando los representantes de Clarín y La Nación
ayudaban a elaborar "interrogatorios" con el inquisidor de los Graiver
designado por el finado Videla –el general Oscar Gallino, en 1977–,
Lidia era torturada por una patota de nazis.
A esos nazis nadie los denunciaba desde los editoriales de la época.
Porque tanto Clarín como La Nación y La Razón fueron el sostén del
relato de la peor dictadura de nuestra historia, sus protectores, socios
y propagandistas. No habrá programa de cotillón que los aleje de la
alianza con el terrorismo de Estado.
Y lo saben.
Aquellos aniquiladores antisemitas también picanearon a Jacobo Timerman, colega "editor" de estos recientes "republicanos".
"¿Así que sos sionista?", le preguntaban, a los gritos y cachetazos, los
verdugos al mando de Miguel Etchecolatz. "Sí, lo soy", respondía el
fundador de La Opinión.
Desnudo y torturado fue más digno que toda esa jauría de enloquecidos de sangre.
Lidia conoció muy bien esos calvarios. En la causa por el Circuito Camps
describió en detalle cómo padeció un tumor cerebral a causa de los
brutales golpes que le propinaba Norberto "Beto" Cozzani, miembro de la
patota de Puesto Vasco.
"En muchas oportunidades me decían que por orden del gobierno (la
dictadura de aquel momento) teníamos que vender las empresas sólo a
empresarios argentinos y no judíos", declaró.
Esos 23 templarios del horror fueron condenados a prisión perpetua el 19
de diciembre de 2012 por esta justicia democrática. Pero todavía falta
hallar al resto de los nietos de las abuelas y revelar quién secuestró a
Jorge Julio López del barrio Los Hornos, en La Plata.
Todavía falta.
DOLOR MILITANTE. Lidia cuenta que hace más de seis años que no ve a sus
nietos, los hijos de su hija María Sol, y ningún juez la asiste en su
derecho como abuela. Miran para otro lado.
A veces hace una pausa en sus pensamientos que la remontan como el hilo
del barrilete hasta Antonio Domingo Papaleo, su papá panadero y
anarquista, fallecido en el ’82, tras una hemorragia que comenzó dentro
de la cárcel.
Se siente rodeada por los fantasmas de las antiguas compañeras
intramuros y la historia de una ladrona de bancos que tenía más coraje
que algunos hombres. Afuera, iba armada con una 45 y cocaína. Adentro,
protectora fiel, acercaba las noticias de "afuera" y el mate cocido
reparador. La escalera del vacío.
Lidia vuelve al destino como arrebato de su duelo.
–¿Qué la moviliza a seguir adelante?
–El amor a David Graiver me mantiene viva. Pienso en él y me da fuerzas
para seguir. La relación amorosa con David es mi motor. La familia que
supimos crear. Así logré sobrevivir todos estos años de padecimientos.
Mi hermano Osvaldo, mi hermano Hugo. Ellos me ayudaron siempre. Si hasta
me quisieron echar de mi edificio porque era una presa de la dictadura,
casada con un judío al que tildaban de terrorista. Mis propios vecinos.
Sé bastante sobre el funcionamiento del odio. Podría hacer un tratado.
Pero prefiero actuar con amor y dedicación. Tener convicciones tiene un
costo. Yo quiero que Papel Prensa esté en manos de los argentinos. Que
esté en manos del país. Porque "Dudi" fue un pionero en un montón de
cosas. Él creía en la pluralidad de voces, en el ejercicio del
periodismo, en la libertad. Ayudaba a los jóvenes pintores y los becaba
para la Bienal de Venecia. Era íntimo amigo del cura Carlos Mugica y
donaba la leche y el pan para la Villa 31. Pocos lo saben, pero así era
David. Un buen hombre.
–Su muerte sigue siendo un misterio.
–Fue terrible para mí, de golpe me quedé totalmente sola. A cargo de un
conglomerado de empresas y bancos en todo el mundo y con una hija
chiquitita. Me acuerdo que en una reunión social en México, antes de la
muerte de David, un importante hacendado, Gabriel Alarcón, le había
dicho: "David, vendé Papel Prensa porque te costará la vida." Fue en el
’76. Me quedé totalmente sorprendida con aquella frase. Le pregunté y él
como siempre me dijo que me quedara tranquila, que no pasaría nada.
Luego de su muerte comencé a recibir presiones que me llevaron a pensar
que iba a vivir momentos muy duros y no me equivoqué.
–¿Cómo hizo para sobrevivir?
–Con fe. Yo siempre me refugié en mi familia, pero no estaba preparada.
Soy sólo una psicóloga, no sabía manejar un grupo empresario como el que
había creado mi marido. No tenía ni la menor idea de qué hacer. Pero
regresé al país y me hice cargo. Después vinieron los aprietes de los
tres diarios, las reuniones con esta gente en el edificio de La Nación,
donde me topé con la mirada perversa de este señor Héctor Magnetto, que
me amenazó a mí y a mi hija si no firmaba la transferencia de acciones
en poder de ellos. Fue un despojo absoluto.
–¿Cuál es el balance de estos tres años?
–En 2010 tomé la decisión de salir a denunciar a estos personajes por
lealtad a David. Después de la asamblea de Papel Prensa que todos
hablaron de números, yo les dije en la cara que estaba sentada ahí por
una historia de amor. Eso definió mi vida en base a un recuerdo
verdadero. Fue un cambio tan drástico como el ’76, cuando muere David.
Todo se define como una identidad para mí y gira en torno a su verdadera
dimensión.
–Desde Clarín insisten en que usted nunca había hecho referencia a Papel Prensa, ¿qué les responde?
–No es cierto. Los militantes de las organizaciones de Derechos Humanos
saben que no miento. Los que me conocieron en la cárcel también saben
que siempre hablé de Papel Prensa. Y por eso era la última de las
marginadas en los pabellones. El resto de las internas se apartaban de
mí por miedo. Porque el miedo tiene un olor determinado, se puede oler
el miedo. Que es muy distinto a lavarse o no lavarse. El miedo no se
quita con una ducha, nene.
–¿Cómo sobrellevó la vida en libertad?
–Cuando salí de la cárcel en el ’82 volví a ejercer como psicóloga.
Recién ahora me libero del miedo. Todo eso me produjo el año 2010. Más
tarde volvió la negrura de la muerte con Néstor, que era muy afectuoso
conmigo, eso me hizo pelota. Murió él, me rompí un pie y me explotó una
mano. Quedé en sillas de ruedas. Me preguntaba qué iba a pasar. Por
suerte todo se encaminó. Fui al velatorio de Néstor con mucho dolor y
conversé con la presidenta. Hablamos de la fe, de nuestras convicciones.
Ella es una mujer muy firme. Es lo que vos ves: clara y precisa.
El hermano de Lidia, Osvaldo Papaleo, de trayectoria en el peronismo,
recuerda las charlas con algunos intendentes y dirigentes del interior
sobre Papel Prensa en tiempos de debate por la Ley de Medios. Cuenta que
incluso en algunas provincias hay quienes todavía le temen a Clarín.
Afirma que sólo Néstor, Cristina y el secretario de Comercio, Guillermo
Moreno, fueron y son los más firmes defensores de la lucha por la verdad
contra la mayor corporación mediática del país.
"Ustedes que hicieron aquella nota con Isidoro Graiver donde se reveló
lo que opinaba antes de ser ‘requerido’ por Clarín –remarca Osvaldo
Papaleo– tienen que saber que el domicilio de este personaje es un
misterio desconocido. Hubo al menos dos millones y medio de razones para
que este señor se fuera a vivir a Londres. Estos tipos no tienen
límites."
La voz de Lidia y las circunstancias como gotas heladas.
Ciertos abogados que quisieron "mediar" para quebrarla. Pegajosos del poder del dinero. Sicarios trajeados y ejecutantes.
Afuera sigue lloviendo. Nos despedimos con un abrazo cálido.
Desandar el camino perseverando contra el señor Matanza.
De eso se trata. «
un juez en su laberinto
Por estas horas, el juez federal Julián Ercolini transita su
laberinto. Según fuentes de la investigación, en los próximos días
podría "haber novedades y citaciones" en la causa que lleva tres años de
plancha en los cajones del fuero federal.
Desde que el recientemente jubilado magistrado platense, Arnaldo
Corazza, se declaró incompetente, tras permitir que Isidoro Graiver se
fuera del país y declarara de forma contradictoria en su juzgado, el
complejo expediente anduvo mudado entre La Plata y la Capital Federal.
Ninguno de los jueces actuantes se animó a citar a testimoniar a Héctor
Magnetto y a Bartolomé Mitre, de Clarín y La Nación. Cuando la causa
pasó fugazmente por el despacho de Daniel Rafecas, el CEO de Noble se
presentó en persona en el Consejo de la Magistratura para pedir su
juicio político. Con el antecedente del ex juez Roberto Marquevich,
destituido en 2004, luego de encarcelar a la viuda de Noble por el
presunto trámite irregular de la adopción de sus hijos Felipe y Marcela,
el Poder independiente de la Justicia se apagó.
Por lo general, los funcionarios judiciales suelen otorgarle cautelares
al grupo como los árbitros fallan penales inexistentes.
Lo último que se supo, tal como publicó este diario el pasado 11 de
mayo, fue que Ercolini "requirió el envío de todos los balances y un
informe sobre la tasación y la evolución del precio de sus acciones
'desde sus orígenes' para determinar si hubo 'precio vil' en la venta"
de Papel Prensa.
El "farragoso" análisis económico y contable dispuesto por Ercolini no
significa –de hecho– que desde su juzgado avancen con la acusación de
lesa humanidad promovida por el Estado.
Lidia Papaleo recibió una primera cuota de 7000 dólares cuando firmó el
traspaso de acciones en las oficinas de La Nación el 2 de noviembre de
1976. Meses después, el 14 de marzo del '77, fue secuestrada por un
grupo de tareas al mando de Ramón Camps.
Por: » J.A